Levantarme cada mañana y darle un beso a mi madre, poner la radio muy alta al ir en el coche con mi padre, llegar a colegio. Reirme de cualquier cosa que se diga en cualquier asignatura o no mostrar interés por lo que me cuentan. Descifrar la razón por la que X chico no parece querer a una amiga, comprender por qué un cigarro llena a los más confusos. No enteneder lo que parece obvio y, sin embargo explicar lo indescifrable. Escuchar a los demás y darte cuenta de que no quieres que te escuchen a ti. Ser raro, diferente; pero igual, como lo somos todos. No saber a ciencia cierta por qué te basta con que sea él quien te entienda y te basta con que sea él quien te apoye. Hacer preguntas de todo tipo y sin tapujos, sin vergüenza. Acostarte cada noche pensando un te quiero amor y despertarte al día siguiente con ese mismo pensamiento, poco razonable, pero real. Imposible para los escépticos y real para los románticos...
Lo mundano, damas y caballeros, lo mundano.
L.C.

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